11 mayo, 2006

.: Los sueños no matan :.

Esto es mío, más no lo escribí yo. No puedo guardarlo sólo para mi, porque hay cosas que se deben compartir. Y yo quiero compartirlo.

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Un vendedor de botellas y una cocinera caminaban en opuesta dirección en una calle olvidada de un pueblo sin nombre.

Cerca el uno del otro, les llamó la atención lo que en sendas cajas de cartón cargaban cada uno.

-¿qué vendes?- dijo la cocinera.
-Vendo botellas, mujer, ¿qué vendes tú?- contestó el botellero
-Vendo pastelitos calientes, ¿no quieres probarlos?

El botellero, que llevaba toda la mañana sin probar bocado le contestó:

-quisiera, buena mujer, pero no tengo con qué pagarlos...
-te cambio uno de mis pasteles por el contenido de una de tus botellas, ¿qué te parece?

El botellero vió con pena sus botellas vacías, y tristemente dijo:

-pero mis botellas están vacías amiga, sólo tienen aire- y le mostró una hermosa botella de cristal verde translúcido...

La vendedora, amablemente tomó un pastel de su canasta y se lo ofreció al vendedor diciendole:

-mis pasteles están hechos con sueños, amigo mío, y el día que puedas vivir sin necesitar sueños, entonces yo podré vivir sin necesitar aire



The doctor has given me a prescription.

10 mayo, 2006

Guerra detergente

Desperté de nuevo frente a mi cortina inexistente. El sol me recibió con los brazos abiertos y acercándose a mí oído me dijo suavemente: ya se te hizo tarde. Huyendo del calido abrazo del astro rey, corrí en un pie hasta el baño, rebotando en las paredes cual pelotita de pin ball pues mi pierna izquierda decidió permanecer dormida en ejercicio de sus derechos de independencia. Como es de esperarse, un ente bípedo, de pronto impelido a usar una de sus extremidades, irremediablemente tendrá un encuentro cercano con el suelo, y yo no soy la excepción. Después de comprobar que las leyes de gravedad aun están vigentes, me moví tan rápidamente como un hombre de edad mediana puede arrastrarse por el suelo. Por fin llegué a la regadera; desde mi comprometedora posición me estiré para abrir las llaves. El agua fría cayo de golpe sobre mi espalda, lo que por fin logró que mi pierna rompiera su huelga de dedos caídos y decidiera funcionar. Tres minutos después, el agua apenas se entibiaba, reduciendo las cómicas vibraciones involuntarias de las que era victima. Procedí pues a llevar a cabo un inventario. Después de comprobar que todos mis miembros y órganos se encontraban en su lugar, el segundo inventario arrojo un problema casi insalvable: no había jabón. Estiré mi mano para alcanzar el shampoo; segundo problema, la botella también estaba vacía. Cerré la llave y tome la toalla para secarme un poco y así poder atender la emergencia que me aquejaba. Enredé en mi cintura el paño absorbente, debo haber engordado porque casi no me daba la vuelta la toalla que me vendieron en la comercial mexicana, pues ya no había toallas pullman, y cuando me ofrecieron unas toallas de “medio baño” pensé que no me servirían, pues yo siempre me baño completo. Elegí las toallas para manos pues nunca me he secado con otra cosa que no sean las manos, aunque creo que debí comprar toallas para cintura en su lugar.
Convencido de la pronta necesidad de comprar una dieta o por lo menos una bata de baño talla “casa de campaña”, salí del baño con un sugestivo escote en la pierna derecha, la clasica postura de conejito conejeado, y mi piel adquiriendo un sano color tornasól por el cambio de temperatura. Enfilé hacia el lavadero compartido para poder robar alguna sustancia que desmanchara mi honor y limpiara mi piel. Veamos: ¿Cloralex?, me voy a volver albino; ¿Easy Off?, quiero bañarme, no exfoliarme; ¿Suavitel?, como bañarse con enjuague para cabello (puerco pero suavecito); ¿Zote?, ya no hay, me lo acabe durante una mexicanisima huelga antiamericana; ¿Fabuloso?, creo que soy alérgico a la lavanda… Por fin encontré mi salvación, el bote de “Salvo Arrancagrasa”; detergente en pasta que asegura arrancarme la grasa (¡Ja! ¡Si el Siluet 40 no pudo!), además tiene jugo de limón, y si mi memoria no me falla, el limón se usa para, entre otras cosas, desinfectar axilas, axial que es negocio redondo. ¿Por qué nunca se me había ocurrido?... Estaba yo metido en mis pensamientos sobre éste gran descubrimiento, cuando un ruido como de “cubeta vacía que cae estruendosamente sobre el piso de cemento” me tomó por sorpresa detrás de mí. Al darme vuelta solo alcancé a ver como una jerga empapada con maestro limpio envolviendo un jalador caía sobre mi cara a velocidad de 24 cuadros por segundo. Levanté las manos para proteger el perfil griego que tantas angustias me ha dado, cuando, demasiado tarde, recordé el porque no debía haberlo hecho. La toalla llego al suelo acompañada por gritos emanados de una mujer de uno sesenta de altura, tubos en la cabeza, sesenta años y trapeador en mano, que vociferaban palabras extrañas, aderezadas de insultos y declaraciones de impudicia, bajéz y suciedad. En mi total desnudez, solo tenia el botecito de Salvo para salvarme, así que se lo lancé directo a la cara, con tan mala suerte que no fallé ni por medio centímetro. La señora, de armas tomar y con mascarilla de pasta lavatrastes, levantó una botella de Downy, que me sorrajó entre ceja y oreja. El envase reventó en mí, pero su contenido alcanzó a llegar hasta la ropa ya lavada de la susodicha, que veía a punto del infarto como sus blancas sabanas y calzones de diseños exóticos eran embadurnados por el líquido rosa. Hecha un energúmeno, se volvió hacia mí y arremetió en mi contra, atacándome con todo lo que tenia a mano. Corrí despavorido de nuevo hacia mi puerta, en ocasiones viendo objetos varios volar sobre mi cabeza, y en ocasiones sintiendo cómo se impactaban en la parte posterior de mi cráneo. En un espasmo de conciencia, reconocí el botecito de detergente en pasta rebotando en la pared frente a mi, y con un alarde de agilidad digna de bailarina del Ballet Bolshoi, tome el objeto de botepronto y entre por la puerta, protegiéndome dentro de mi casa de la furia de la sexagenaria vecina. Mas tranquilo, procedí a bañarme con agua fría (el enemigo apagó el calentador en un acto de sabotaje) y con la sustancia recién descubierta; los resultados fueron algo funestos. Me sequé a brincos, pues en la refriega había perdido la toalla. Me vestí y salí tan sigilosamente como pude. Ya con mi cuerpo cenizo y ardido por el detergente, pero rechinando de limpio, pude constatar que mi estrategica huida no había marcado el final de la batalla, pues encontré mi coche bañado en detergentes, jabones, pastas varias, aceites y lo que parecía ser betún de calzado. Desde entonces he sido victima de “acoso antiséptico”, pues su modus operandi depende exclusivamente de productos encontrados en el departamento de limpieza en cualquier Bodega Aurrera. Yo por mi cuenta soy partidario de la no violencia, pero en áras de la justicia, el perro de mi vecina ha eructado burbujas los últimos tres días.


The Doctor is clean...

05 mayo, 2006

Azul es la estrella....

La madurez le sienta bien.

yo tenía un cerillo, ella tenía un encendedor…
yo tenía una flama, ella tenía un fuego…
yo era brillante, ella brillaba mas…
yo volaba alto, pero ella era el cielo…
le dije que la amo pero no me ha creído,
me dijo que me ama pero debo dudar.
cuando lloré ella vio mis lágrimas,
cuando lloró yo no estaba ahí,
cuando envejecí, ella maduró;
cuando corrí, ella se enfrentó.
siempre ha estado un paso adelante de mí,
siempre a un soplo de distancia.
donde no la puedo alcanzar...
donde no la puedo tocar...
ella siempre ha sido mía,
más nunca mía volverá a ser
hoy quiero crecer y asentarme.
ella se ha casado ya.
hoy día que pienso en ella
entiendo por fin la realidad:
ella es omnipresente, eterna...
yo no existo más.



The Doctor will not take pacients today...

02 mayo, 2006

Crónica de un boicot.

…desperté a eso de las once de la mañana, el mexicanisimo sol de la capital del país golpeaba con insolencia la ventana sin cortinas que queda frente a mi cama. Después de despabilarme un poco, tuve la sensación como si una molécula implosionara y miles de mexicanos por fin se decidieran a quejarse de sus miserias. Lo recordé de pronto: Es el día sin mexicanos.
Han pasado semanas enteras desde que escuché la idea por primera vez: “…un día en que todos los mexicanos en EU no vayan a trabajar ni hagan nada, y en nuestro país se realice un boicot contra las compañías estadounidenses a fin de presionar. Las perdidas serán multimillonarias…” Sueño Guajiro. Pero algo en esa idea tenia un mucho de atractivo, la posibilidad dé, de alguna forma, demostrarle al mandamás que es dueño de nuestro trabajo, pero no de nuestra voluntad. Suena bonito. En fin, después de levantarme fui al baño y me encontré de frente con el horror del espejo. Me hace falta una rasuradita… tomé la espuma para rasurar y el rastrillo. Primer problema: son de marca gringa. Decidí que un día con la barba crecida no me mataría. Acto seguido me dirigí al refrigerador: yogurth danone, leche parmalat, corn flakes de Kellogs. Que calamidad. Ni idea si eran marcas gringas o de algún otro país de los desarrollados que nos inundan de mercancías de alta calidad, lo cierto es que no eran nacionales, aunque nunca he encontrado Yogurth Quetzalcoatl o Rastrillos Cotija.
Después de bañarme con jabón Zote, salí a la calle con hambre y una barba mal trabajada, en busca de esos manjares mexicanos que me mantendría con vida y mi integridad moral intacta. La barbacoa solo sale los domingos, y por mi casa solo un puesto de tamales dorados, bastante grasosos por cierto, que me dejaron un dolor de panza terrible, pero al fin, mitigada el hambre, comencé a planear mis siguientes actos. Entre lavar el coche con agua y detergente roma (estará descompuesto, ¡pero limpio!), escombrar mi adorable cuchitril que mi madre se ha dado en llamar chiquero, y hacerle al mexican curios jugando malabares para no tocar siquiera los productos que compre en el Sam’s club, llego la tarde y con ella, la necesidad de divertirme un rato. Opté pues por asistir al cine, y por supuesto, elegí ver la película que habla sobre el asunto: “Bienvenido Paisano” (el tema lo es todo). Antes de la película tuve que entrar a comprar algunos enseres que faltaban en mi casa, el problema fue elegir un centro comercial de mexicanos: Que Aurrera fue absorbido por walmart, Gigante tiene 50% de ingreso gringo, Carrefour ya no existe, Chedraui suena a queso importado. Solo me quedó hacer una parada técnica en el mercado de barrio. Compré Pinol, pues el Maestro Limpio tiene cara de red neck, sardinas Calmex en lugar de brunswick y a la hora del papel sanitario tuve que cargar con un paquete de papel de estraza, porque ahí si era imposible. Horas mas tarde, la película, algo un poco menos que aburrida, transcurría casi en cámara lenta, mis vecinos disfrutaban de su cocacola y su popcorn ante mi cara de famélico habitante del desierto. Terminada la función, salí de ahí con harto gusto y ansiedad por abrazar mi almohada. Encendí el coche (el de mi mamá, que es orgullosamente alemán) y enfile rápidamente hacia la salida. La maquina de salida era marca Siemens. Y yo no se de donde venga Siemens, pero me suena a Texano, así que, con una rechifla de parte de los conductores a los que hábilmente había ganado el acceso a la salida, tuve que pedir permiso y retrocedí, con el pretexto de haber perdido el boleto, hasta poder estacionarme. Esperé dentro del auto hasta las 12:01 A.M. para estar seguro que no había roto el boicot y me había convertido en un esquirol cualquiera. Llegue a casa, destape una coca, prendí la pantalla Panasonic, le puse a MTV, y disfrute llenando mi colchón Spring Air con las moronitas de las pringles y las oreo que quedaban en la alacena, con la satisfacción de haber mantenido hasta el ultimo minuto mi convicción y lealtad hacia mis brothers: los mexicanos.