22 julio, 2006

solo unas preguntas...

¿Alguna vez has sentido que estas viviendo una vida que no es tuya y que alguien vive la tuya sin pedir permiso?
¿Alguna vez deseaste matar de la forma mas cruda e irregular a ese alguien que vive su sedentaria y monótona vida, que se supone es la tuya?
¿Alguna vez has visto por la ventana de una casa común y corriente a una persona sentada frente a un viejo televisor mientras observa alguna idiotez en la caja de cátodos y te preguntas si acaso eres tu ahí sentado?
¿Alguna vez has entrado en esa casa y te has calzado las pantuflas de un desconocido, te has sentado en su silla y te has cenado su cereal con leche?
¿Alguna vez te has visto al espejo de un sanitario en una casa ajena, a la que sin invitación entraste para ser ese alguien que se supone deberías ser tú?
¿Alguna vez le has dado de comer a un perro que no es tuyo, croquetas que tú no compraste y agua que no sale de tu grifo?
¿O tal vez te has acostado en la cama del extraño que ocupa tu lugar, te has cubierto con sus cobijas y has puesto tu nuca en sus almohadas?
¿Habrás acaso entrado en su cocina y abierto su refrigerador?
¿Te habrás llevado las manzanas que se suponía serian tuyas? ¿O tal vez abriste el bote de jugo de naranja y bebiste directamente de el?
¿Entraste a su baño y llevaste a cabo tus necesidades fisiológicas en el? ¿Abriste la regadera y te bañaste con su agua caliente, usaste su shampoo y su jabón? ¿Te habrás sentado en su mecedora y habrás abierto el libro sobre la mesita de tu supuesta sala, lo leíste y dejaste su separador veinte hojas después?
¿Te pusiste su perfume? ¿Te fumaste sus habanos? ¿Hojeaste sus revistas?
¿Te habrás dado cuenta que no ha planchado tus pantalones y que se ha fundido el foco del quicio de tu puerta?
Si has contestado afirmativamente a estas preguntas, entonces tú eres el que ha estado en mi casa. No se quien eres, pero lo sabré pronto, ¡Oh si!, ¡lo sabré! y entonces iré por ti, por haber invadido mi mundo…

…y cuando vaya por ti, no habrá lugar en el mundo en donde puedas esconderte…
.
.
.
. The doctor got a very sharp blade...

13 julio, 2006

Chocolat martini

...me desperté mas tarde que de costumbre, mi cabeza daba vueltas y la botella de licor de avellana chorreando sobre mis pantalones suponieron una visión bizarra del despertar etílico que hace mucho no tenía. “Los perros abren los ojos a los siete días de nacidos, los pendejos nunca”. La inevitable realidad resuena en mis oídos mientras mi garganta me tortura amargamente, produciendo en mi una implacable necesidad de ingerir líquidos o bien expulsar los ingeridos. No puedo decidirme, así que mi cuerpo lo hace por mí. Tendré que lavar el baño. Ya no soy un niño, mi cuerpo me lo recuerda a cada paso que doy. El vodka con licor sabor chocolate no son, ni por mucho, una buena forma de inspirar confianza. Mi cabeza duele, mi nariz escurre un flujo claro, mis piernas tiemblan, mi alma aun duerme. El espejo me acosa con ideas torturantes de vanidad y discordia estética. Mis ojos, pequeños y hundidos, poseen hoy día un brillo cristalino bastante raro en ellos. No me gustan mis ojos, pero me gustan los tuyos, me gustaban cuando me reflejaba en ellos, y brillaban con una intensidad que nadie conoce mas que yo, que en ellos me reflejaba. Recuerdo cuando estábamos recostados uno al lado de otro. Tu cabello, admirablemente rizado, caía sobre un lado mientras tus puntiagudas orejas se crispaban tratando de capturar los sonidos que emitía, pues hablábamos en susurros, y yo no sé hacerlo bien. Tu rostro, tan liso y blanco enmarcado en esa especie de corona capilar, que te daba aspecto, parte de reina y parte de diosa. Tus pestañas, que son largas y extrañamente curveadas, orgullosamente naturales. Tu voz, extraña y bella, fuera de contexto y fuera de dimensión. Tu cuerpo extendido sobre esa cama, impersonal y ajena, enclavada en una habitación oscura, con solo un rayo de luz a la distancia, filtrándose por un resquicio de la ventana donde la cortina no alcanzaba a tapar. Recuerdo esa regadera en la cual una lluvia fría me devolvió a la realidad en el momento justo. La televisión que no funcionaba, el sonido de los autos corriendo fuera de la ventana. El espejo como infiel testigo de mi silueta en ese lugar. Añoro la botella de agua que dejamos sobre el mueble del hotel, donde estuvimos en la intimidad por primera vez. Añoro los momentos donde estábamos pensando en lugares distantes, porque no había que pensar en estar juntos, pues lo estábamos. Recuerdo tu espalda al salir de la habitación, recuerdo el helado que alguna vez comimos, recuerdo... recuerdo...
... hoy ya no tengo barba, la corte en un momento de insatisfacción estética, pero no me rasuro muy seguido. Sé que te gusté mas sin vello en el rostro, pero no soy amigo de las navajas sobre mis mejillas. Quisiera ser mas joven, quisiera ser más bello. Pero no lo soy. Y aun no sé que viste en mi ese día, solo sé que si no hubieras estado ahí, yo no seria lo que hoy pretendo ser. Un hombre que aun no abre los ojos, un intento de artista que busca una musa entre libros y botellas vacías, un remedo de estudiante que pretendía enseñar a vivir a sus maestros, un hijo desobligado, un hermano ausente, un amigo imperturbable... Es hora de abrir los ojos, pero los míos son pequeños, están rojos y tienen un brillo extraño esta mañana. Hora de salir a la calle. Hora de enfrentar el día. Añoro tus ojos y la forma en que me reflejo en ellos. El único espejo donde me siento bello, el único lugar que me llama a regresar, a verme de nuevo. Una conciencia gris y nevada, y una azul esperanza...
...lavo muy bien mi cara, abro la llave para una ducha helada, un momento de lucidez me regresa a la tierra, pienso, siento, la nausea se diluye en la nada. Un momento para recomponerme, un traje y la preparación para una cita anunciada. Abandono la habitación después de lustrar mis zapatos, mientras en mi recuerdo te imagino de falda, la historia de mi vida se aloja en un trozo de plástico y mi cara ahora luce una bien rasurada barba. Intento concentrarme en otra cosa, olvidarte un momento, pero no hay nada que pueda sacarte de mi mente; nada...
...tomo mi portafolios y el saco mientras escucho que mi perra ladra, tiene comida, la compañía del Stinky y agua, mucho agua. Abro la puerta para partir hacia mi ciudad, echo una ultima mirada hacia atrás, veo mi cama destendida, un rayo de luz filtrándose por la cortina de mi recamara, una sala vacía, una pared desnuda, una obra artística inconclusa, un alma entumida, un vaso de vidrio roto en la escalera. Pienso en ti, mientras cierro la puerta, intentando ignorar al vodka, que desde la cocina me llama...
.
.
.The Doctor says: the alcoholism is a disease, but is funnier than cancer.

11 julio, 2006

tiempo de vals...

Me gustan las mujeres de tacones altos, la forma tersa de caminar, como acariciar con los pies desnudos el frío del mármol al derredor de una piscina en invierno, el cuidado que tienen con su cabello y su talle. Como si se transformaran por dentro y su esencia misma se elevara los cinco centímetros que sus talones se separan del suelo, como envolver su esencia en terciopelo color algodón de azúcar, y dejaran volar su femenina presencia entre licor de café y leche tibia. Falda y tacones altos. Una imagen sugerente de belleza grácil y sabor canela que se adivina mientras la cintura torneada se contonea al ritmo de ese tac, tac tan arraigado en la memoria colectiva. Recuerdos de tacones altos y el romper de charcos en días lluviosos de cuando tenía 5 años, y mi madre atravesaba el patio de juegos frente al edificio de departamentos en el cual habitábamos. El tercer piso de una fila de cubos encontrados con una plancha de cemento en el centro, un balcón desde donde pude ver la belleza natural de la mujer en zancos de madera y la prisa dibujada en las cejas mientras el reloj corría y el silencio de la mañana se convertía lentamente en la prisa de la tarde. El ver a la mujer alejarse por los pasillos que salían del patio compartido hacia el estacionamiento, el esperarla mientras pasaba la tarde y mi mejilla se pegaba poco a poco al frío glacial del cristal de la ventana, caer dormido esperando el regreso del golpeteo sobre el cemento. La sorpresa del despertar al escuchar la llave entrar en la puerta. Un giro largo y metálico, la visión de la tarde convertida en rayos de negrura inundando el cielo urbano. La promesa de la caricia amorosa, el vaso de leche y el beso antes de dormir, la tranquilidad de sus uñas surcando mi espalda hasta que mis ojos se perdían en la nada, todo enmarcado por el delicioso sonsonete de su andar. Amo a las mujeres de tacones altos, su presencia elegante y fina de primer actriz de obra seria, su voluptuosidad de bien aceitada maquina sideral al moverse en el espacio, su sonido cadencioso de tambor tribal marcando el compás de la banda sonora de la vida, su estilo visual de saltimbanquis de corte renacentista… La mujer es en sí, elegancia enfundada en pedestales de furor estético, los tacones de la vida.
.
.
.
The Doctor is at orthopedic dept.